domingo, 29 de septiembre de 2013

Capítulo X - Relaxing café con leche : 2ª Toma



               Las amigas de la Cuca eran Mojoncita y Coliflor que venían acompañadas de Madame Couvercle. Mojoncita había venío a Málaga porque se había enterao de que en la calle Córdoba, frente a la Caja Nacional, habían puesto un economato militar donde se podía comprar mú barato, así que ella y su amiga se hacían pasar por mujeres de guardias civiles y llevaban las chivatas llenas.

Mojoncita y Coliflor venían peleás entre ellas, decía Coliflor que no le gustaba ir a comprar con su amiga porque tardaba mucho tiempo en decidirse, y es que Mojoncita miraba las latas de atún como si fueran vangoses.





La verdad es que Mojoncita era una contemplativa con ojo de pez. Mojoncita estaba casá con Apretoncito que era un estreñío y se pasaba el día en el retrete, debido a la deficiencia del obturador se fue aficionando a mirar al suelo y a apreciar los dibujos arbitrarios que se forman en la porla, es decir, cemento (en inglés Portland).

Así que Apretoncito era otro contemplativo, pero él de la abstracción más pura. Bueno, lo cierto y según contó Mojoncita ahora el muchacho estaba empezando a apreciar el arte figurativo desde que se descubrió una almorrana (en francés Hémorroïde) que parecía una rosa.

Coliflor no paraba de asentir mientras su amiga hablaba, sólo de vez en cuando emitía un “sí” repentino y destellante como su blancura fresca de recién llegada-Verdurin. Su voz era tan chillona y esplendente como un flash. Coliflor estaba enamorada del cura del pueblo que era del Opus y le llamaban Don Pelo, porque era más negro que un pelo de la entrepierna o que una película velada debido a la sotana.

Bueno, pues este Don Pelo del Opus no tenía un pelo de tonto, le decía que se iba a casar con ella, que iba a dejar los hábitos y que se metieran los dos juntos en el confesionario pa levantarse las faldas. Cuando Coliflor accedía y entraba en el foto-matón y después de haberse corrío como un señor se ponía a darse golpes de pecho y a decirle que se sentía devastado, que él se iba a perder por su culpa.

Mojoncita no paraba de asentir como un flood mientras su amiga hablaba y le decía que era tonta y Coliflor le contestaba que no, que Don Pelo sufría mucho, que era hipersensible y por eso y como penitencia después del desahogo se daba veinte latigazos con el rosario. Entonces habló Madame Couvercle y dijo que eso le causaba placer y era una forma de reconocer su libido aunque fuera hiriéndola.

            -¡Coño, de adónde habéis sacao a esta tía tan fina? -preguntó la Cuca mientras analizaba su halo plus-que-parfait.

            Mojoncita respondió que era una Señora que venía de las Galias y que estaba casá con uno que se llamaba  Jean Paul Sastre y que tenía un stand en no sé qué supermercao, sería uno de tantos que ella conocía, quién sabe, lo mismo era la Galerie La Fayette. Madame Couvercle llevaba un turbante en la cabeza y fumaba en boquilla, yo creo que por eso a mi madre le cayó bien desde el principio.

            -¿Y qué quiere decir eso de Couvercle? -preguntó Tomasita con la frescura y algarabía propia de una bacante.

            Se miraron unas a las otras y no supieron qué responder, entonces Madame sacó de su bolso un libro que contenía todas las palabras, y además por orden para que no te pierdas. El libro se llamaba DICCIONARIO y es mucho mejor que la Biblia, os lo aconsejo, nosotras desde luego nos quedamos maravilladas.

            -Tapadera, Couvercle significa tapadera -dijo la franchute.
            -¡Ah!, pues aquí entre nosotras te llamaremos Tapaderita, ¿vale? -dijo la Cuca que tendía a positivarlo todo.
            -Vale. Hay que aceptarlo todo, estamos en mayo y en el 68, somos libres -dijo Tapaderita con el fermento propio de una sémiotiké.
            -¡¡¿En el 68?!! Pero si aquí vivimos como en la Edad Media -dijo mi madre con desesperación, que ya había empezado a se ronger les ongles y cuando mi madre empezaba a comerse las uñas era capaz de llegar hasta el codo sin darse cuenta.
            -Ah!, pero eso tiene solución, vayamos en busca del tiempo peRdido -dijo Tapaderita, la de las erres suavizadas.

            En eso que llegó el camarero y nos preguntó que qué queríamos de mú malas maneras como si le molestara que estuviéramos allí. Tomasita como todavía le guardaba el luto a su marío a pesar de que habíamos avanzao un porrón de años en una mijilla, se pidió un solo. Tapaderita también, decía que los existencialistas deben tomar café negro, la Cuca un corto como el cipotillo que decían que tenía, mi madre un mitad porque ella sí que era tout à fait bilangue. Coliflor se pidió un sombra como los lugares recónditos donde hacía el amor con el cura y a mí me pusieron una nube porque era chica y vaya que el café me quitara el sueño.


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Vocabulario popular malagueño de Juan Cepas:
Café : Dada la afición que hay en Málaga a tomar café, se ha ido formando todo un catálogo de formas de tomarlo, como por ejemplo: "largo", "mitad", "corto", "sombra", "nube", etc... según la intensidad o cantidad de café que haya en la taza, llegando a sustituirse el sustantivo por el adjetivo.
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 Mojoncita no sabía qué pedir y es que se quedó mirando los vasitos que había dibujados en la pared y por poco estamos todavía allí esperando a que se decida, al final y tras mucha reflexión se pidió un té, porque además del vaso te ponían al lao una cafeterilla chica y así la mujer se entretuvo contempla que contempla aquel extraño bodegón sobre la mesa de mármol.

            Empezó pues la hora de nuestro relaxing. Empezamos a libar suavemente de nuestros respectivos líquidos y Madame Couvercle nos miró a todas con un aire de superioridad un tanto periscopada que molestó a nuestras respectivas sensibilidades de desconfiadas paisanas. Mi madre, que desde que dormía bien mostraba una relatividad admirable, fue la primera en tomar la palabra:

            -¿Qué es lo que le ha detenío a usté el parpadeo? -le dijo con una enigmática sonrisa en la cara, como si fuera una modelo empecinada en esconder sus abismos mentales.
            -Es que está haciendo trabajo de campo -se apresuró a decir Mojoncita con una velocidad de 1/2.000 seg., y es que no quería grietas entre el círculo de sus amistades.
            -No tiene manos de campesinas -señaló la Cuca, corrosiva como el ácido sulfúrico. Si esa escena se hubiera producido hoy diría que Mari Polvo estaba un poco celosa, pero es que entonces yo no sabía lo que eran los celos.
            -No se inquieten ustedes -dijo con desenvoltura Simona-. He constatado que tanto Monjoncita como Coliflor tienen la cara llena de tizne, que Tomasita lleva las cejas pintadas y la delgadez oscura de Edith Piaf, que la Cuca luce en la camisa dos letras bordadas, que Carmen lleva las uñas color azafrán y que la niña tiene clase.
            -¿Qué quiere decir con eso de que mi niña tiene clase?, ¿la está llamando puta?
            -No, no, no, pas du tout, pas du tout. Quiero decir que está llena de posibilidades.
            -Es joven, no va a estar llena de fracasos -respondió la Cuca que se puso a la ofensiva, mientras se sacaba el pañuelo con sus iniciales y se limpiaba las gafas.
            -No te molestes Mari Polvo, esta mujer lleva razón. Fíjate en los churretes de Monjoncita y Coliflor -dijo mi madre mientras contemplaba sus propias manos y las comparaba con las de Tapaderita.
            Mari Polvo le dio un sorbo al café y se iba a poner las gafas cuando Simona con mucha delicadeza se las cogió.
            -No creo que las necesite usté. Mire, mire ahora -dijo Simona brillante, cultivée, intelligente, ardente.

            La Cuca reconsideró su actitud y se mostró amable con Tapaderita, había escuchao en alguna parte que las rosas de papel también duelen.

            -¿Por qué lleváis esa cara? -preguntó la Cuca.
            Monjoncita y Coliflor se pusieron rojas como amapolas y balbucearon palabras incomprensibles.
            -No tengan ustedes miedo -dijo Tapaderita que por lo visto le hablaba a todo el mundo de usted-. Pueden decir lo que quieran, aquí nadie les hará daño -la verdad es que hablaba como una ginecóloga que hubiera hecho un curso de esos que dan los psicólogos para humanizar el trato con los pacientes.

            A Tomasita le empezaron a temblar los labios como si fuera ella la que hablara y mi madre, expectante, no pudo contenerse más y le cogió un cigarro rosado a Simona, y es que Tapaderita tenía cigarros de todos los colores como si se los hubiera regalado Onassis, la cajetilla era azul y en letras blancas ponía Gitana.

            -Es que ha empezao la temporá de la Zafra -dijo Mojoncita polarizada.
            -¿La temporá de qué? -preguntó mi madre mientras echaba el humo con la elegancia de una liadora de puros cansada de que le lean el Quijote cuando la Havana y la little Havana sólo le ofrecen respeto de jinetera.
            -La de la recolección de la caña de azúcar.
            -¡Ah, y en qué consiste eso? -preguntó Tapaderita con verdadero espíritu científico, cualquiera diría que estaba buscando el valor de pi.

            Todas estábamos abiertas a las palabras de Mojoncita y Coliflorcita y sin embargo ellas tenían un sapo en la garganta. Y se encogieron como alcayatas y permanecieron indecisas como si de pronto hubieran caído enfermas por el efecto Sabattier. Tomasita las despertó con su cucharilla inquieta que no cesaba de agitar el café, que ya era un torbellino nocturno, solipsista y digital.

            -Cuñá, estate quieta, ¡por Dios! -dijo la Cuca-. El azúcar ya se ha diluío de sobra.

            Al decir “azúcar” los cuerpos de Monjoncita y Coliflor se movieron drásticamente, en vez de sangre parecían látigos sus venas pequeñas.

            -La vida es un laberinto, hay quien los construye con setos, hay quien no tiene más remedio que hacerlo con mierda.
            -Lleva usté razón, querida Mojoncita, no todo el mundo es el Rey Sol ni vive en Versalles -dijo Simona.
            -Mi amiga quiere decir que no es fácil salir de la Zafra, ayer le prendieron fuego y aprovechamos el humo para escaparnos, si olemos a quemao ya sabéis por lo que es -dijo Coliflor mientras arrugaba la nariz como si estuviera ante un tarrito de virador sepia.
            -Bueno, dejad a las muchachas en paz, aquí hemos venío a pasar un buen rato, no a rascar las heridas -dijo Mari Polvo dispuesta a rajar el reticulum de las analogías y darle coces al Caballo Alado, a Andrómeda y a la mismísima Hidra.
            -Pero... -dijo Tapaderita, la de las erres suavizadas.
            -No hay peros que valga. Mire usted, le voy a dejar las cosas claras -dijo Mari Polvo con mucho aspaviento a sabiendas de que a la gente culta no le gustan los gestos excesivos-: la vida no se puede tomar como si fuera un experimento. Nosotras no somos ratas de nadie y hasta las bufonas tienen derecho al voto, conque más respeto.

            Entonces se hizo un silencio limpio, parecía que lentamente navegara una zambra por encima de sus cabezas dejando las estelas cuidadas del cariño. En eso que se nos acercó Mari-Match y dijo que si le queríamos comprar unos décimos, que eran de la administración de la Oveja negra. Cogieron sus monederos como si fueran pistolas y la Cuca se puso a mirar los números y le preguntó por la salud, por lo visto la conocía de no sé qué. Compró uno acabado en 13 y dijo que nos lo repartiéramos a ver si teníamos suerte y salíamos de la miseria. Todas pusieron su nombre alrededor y juraron dividir el premio a partes iguales, la depositaria sería... Se pusieron a decidirlo y mientras tanto Mari Polvo le dijo a Mari-Match que si quería un cafelito que se sentara con ellas, pero Tomasita saltó muy ofuscada:

            -Yo no me tomo un café con esta ciega que no ha visto un pijo en tó su puta vida -dijo la Ninfo-Tomasita que no estaba dispuesta a tratar con minusválidas, eso dijo. Vaya, vaya...  Vaya, vaya con Tomasita y sus juicios sumarísimos llenos de precaución y miedo al contagio. Vaya, vaya, ¡Qué típico de los 70! ¡Ay, Dios mío!
            -¡Cuñá, qué exquisita te has vuelto desde que te dan paga de viuda! Tú no eres quién pa ofender a mi amiga -Mari-Match bajó la cabeza y dijo que por ella no discutieran-. Si discutimos por tó por qué no vamos a discutir  por ti? -dijo Mari-Polvo que sin quererlo y aún sin asumirlo ya preguntaba a la francesa. La verdad es que se estaban interinfluyendo sin darse cuenta-. Anda, siéntate y dime qué sabes de las compañeras -preguntó la Cuca, y al decir compañeras se refería a las amistades que hicieron en no sé qué comisaría un día de no sé qué año en que hubo una redada y cayeron toas como boqueronas y se rencontraron tras los barrotes que parecían de chocolote aunque eran herrumbrosos.





                                                                                  (Continuará)