domingo, 11 de mayo de 2014

LA REALIDAD-9. Comer



           Mi madre supo desde siempre que a mí me gustaba la bollería, por eso cada vez que íbamos a Málaga capital, nos llegábamos a La Cubana que estaba en Puerta del Mar y comprábamos croissants y suizos. La verdad es que íbamos a Málaga cuando podíamos, a mí eso me despejaba mucho y me daba mucha vidilla y es que, además de no respirar, empecé a hacer muchas cosas extrañas: mientras ayudaba a mi padre a reparar el camión me escapaba de él y me ponía detrás del tubo de escape, y más de una y de dos el buen hombre tuvo que quitarme de la nube de monóxido de carbono; me dio por no beber leche, con lo importante que es que una niña beba leche, mi abuela Aurora me tenía que llamar la atención para que no me pusiera cabeza abajo y se me fuera toda la sangre al cerebro y, por último, no quería comer, nada me gustaba. Hoy, ¡Dios mío!, como de todo, ¡y con qué ganas!

            Cuando estábamos haciendo la casa mata, que construimos poquito a poco, me dio por tirarme de la primera planta abajo y, afortunadamente, sólo me torcí un pie. La verdad es que, por decirlo de alguna manera, era una temeraria; he hecho sufrir mucho a mis padres con esas ocurrencias. Un día hice que mi madre me llevara al médico porque había masticado un palillo de dientes y le dije que tenía toda la garganta llena de astillas y no podía hablar, en el fondo era una cuestión de lingüística e incomunicación, de semiótica, al fin. El caso es que fuimos al médico.

            Mi madre, que descubrió que yo comía mejor en la calle que en mi casa, aprovechaba que estábamos en la ciudad y me metía en una casa de comidas y me pedía un estofado o un cocido de pescado y yo me lo zampaba enterito. No sentábamos a la romana, mirando para la calle, a mí me distraía mucho ver pasar a la gente y así, sin darme cuenta, me metía entre pecho y espalda lo que ella quería y a mí, en la ciudad, todo me parecía delicioso.

            El itinerario era el siguiente: si podía, nada más llegar me metía un chocolate con churros, íbamos al médico, veíamos su máquina de escribir eléctrica, mi madre le decía que le dijera si yo tenía algo, porque siempre estaba lacia como un vendo, que si no me encontraba nada malo me iba a pegar una paliza, el médico le decía que estaba sana como una pera, mi madre no me pegaba la paliza y nos íbamos a hacer nuestras cosas.

            Nuestras cosas podían ser las siguientes: ver escaparates, comprar alguna tela en la Costa Azul o unos filetes de ternera en la carnicería de Don Antonio o una pescada en el mercado de Atarazanas, para rematar me compraba un cuento en la librería Denis o en la librería Ibérica. Fue así como se fue forjando mi carácter de escritora y aprendiendo a comer. Después, cuando ya había acabado nuestra excursión, mi madre me decía medio en broma: “Eres una hijapuchi”. Pero, en fin, a esas alturas ya llevábamos para casa los cuentos y  los bollos de leche de La Cubana.


Papel de la confitería Anglada-La Cubana. Sin lugar a dudas se trata de una prueba pericial científica.


Consejillo: Si quieres ser escritora tienes que comer bien, muy bien. Se desgasta una mucho elaborando una página. No olvides tomar frutas y verduras, dan alegría, pero también buenos trozos de carne y de pescado. Si es posible no te hagas vegetariana, salen composiciones demasiado leves. No abuses del vino aunque en congresos y recitales algún poeta existencialista y desgraciado te incite a ello. Lo importante es que seas la protagonista de tu propia autobiografía, todas tenemos derecho a la nuestra, por si no sabes cómo construirla ahí añado el programa del Congreso Internacional de Autobiografía en España: un balance que tuvo lugar en Córdoba en octubre de 2001.  Con ello puedes hacerte una idea de en qué consiste “el pacto autobiográfico”.






Consejillo: Ven a Córdoba a ver los patios, aquí te dejo el enlace de un estupendo mapa que ha sacado mi querido amigo Jesús Taguas para que puedas hacerte pasar por cordobés o cordobesa y no te sientas extranjera. Si no lo entiendes porque está en inglés, da igual, pregunta, todo el mundo estará dispuesto a orientarte: Habla, habla con la gente. Lánzate a hablar.



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