Yo soy de Lesbos
y he probado los frutos
que hasta Aretino prohibía.
Yo nací en esa tierra
de olivos
donde había academias de
señoritas
y las hojas de parra
adornaban el queso tierno.
Mi boca te dio vino de resina
y tú me respondiste
con anís
mientras las tajadas
de sandía
nos decían que éramos
tortilleras.
¡Para qué vamos a andarnos con
finezas?
Yo soy de Lesbos
y canto mi pequeña canción
para joder a Baudelaire
y dejar de ser mujeres
condenadas.
Soy de Lesbos y
me baño en el Egeo
de tu piel y te espero
a la entrada del golfo de Endremit.
Porque Lesbos existe,
no es invisible.
Y allí vivió la divina Safo
y el poeta Alceo
y tú
que eres la reina de mi
Olimpo,
amada mía,
mi esposa,
la más querida.