Geneviève Brisac en Le monde 22 décembre 2006 a propósito de Karen Blixen : « De lire celle qui, comme l´a dit Hannah Arendt, savait mieux que personne l´art de conter, qui est l´art de transmettre le sens sans le définir. »
Cándida adolescencia
cuando pegábamos gritos
y esperábamos ansiosas
que el padre nos dejara el coche,
(si tenía coche),
para besarnos frente al mar,
a escondidas,
y nuestros sexos idénticos
rebosaban de agua.
Agua ebria como la absenta,
que comprábamos clandestina,
para colocarnos pronto
y olvidar
que éramos sirenas
en la ciudad sitiada
donde todos iban en pareja
menos nosotras,
que no nos podíamos dar la mano
y que llevábamos nuestro amor
como unas esposas escondidas
por el abrigo de las mentiras.
Aquí en el Sur era necesario,
estábamos en la ciudad pequeña
donde los paseos son provincianos
y teníamos que buscar
solares deshabitados
como si estuviéramos en medio
de la sabana.
Cándida adolescencia
donde oscuras las calles
nos arañaban con su verdad.
Pero nosotras
teníamos otra verdad,
una verdad pequeña
que guardábamos en las palmeras
de un parque con testigos mudos,
con estatuas como testigos serenos,
donde nadie sabía
quién era maricón
o quién había bebido el licor transparente
de tu sexo salino
en ese coche incómodo
donde nos amábamos
como tortilleras.
Cándida adolescencia
cuando pegábamos gritos
y sin darnos cuenta
desperdiciábamos esa energía
y se nos encorvaba la espalda
porque en la ciudad sitiada
querían acobardarnos.
Menos mal que llegaba la lluvia
y a través del parabrisas
veíamos un mar de reflujos.
Menos mal que teníamos coche
de segunda mano,
prestado por el padre.
¡Pobrecillas de aquellas que no tenían
ni un maldito SEAT donde amarse!
Cándida adolescencia
llena de secretos
que todos conocían,
porque ellos eran más viejos que nosotras,
pero querían que los engañáramos
y disfrutaban con la mentira
para un día poder echárnosla en cara.
Tú tonteabas con un soldado
y yo con un hombre de nariz grande.
Cándida adolescencia
en aquellos años
cuando construíamos armarios
para que nadie nos escupiera
a la cara de nuestro amor.