“Cuando las cepas
cuelgan demasiado altas, resulta demasiado tentador asegurar que las uvas no
están maduras, dar media vuelta y encontrar placer en las patatas compartidas.”
Rosa
Sala Rose en El misterioso caso alemán
Todo lo que no sea honestidad
me sobra,
la aprendí de tus labios de luz,
cubierta de silencio.
Susurran…
Hoy están construyendo reservados,
lugares para los banquetes,
y es que llevamos tan adentro
la trampa y la astucia.
Todo lo que no sea honestidad
me sobra.
Me sobran la delincuencia de los
ojos tardíos,
las calles por donde pasa la
abundancia del ayer
o la voz sin honra,
las cámaras que ponen en sus
reservados
porque no se fían de ellos mismos.
Todo eso me sobra.
¡Oh, inquietud!
Y lo que antes era afinado paisaje
hoy se ha convertido en bruma.
Estoy en el mismo lugar,
avanzo poco.
Todo lo que no sea honestidad
me sobra.
Y te hablo a ti
y a ti
y a ti.
Soy como un ding-dong que se despierta
en las cafeterías donde negocian
los indecentes,
con ese aire chulesco
de quienes perviven gracias al
fuego escarlata
de nuestros delirios.
Todo me sobra,
también esa falsa elegancia,
ese frenesí por aparentar
que malamente esconden.
Recogen las sombrillas
y yo, que no me llamo Virginia,
escribo en la terraza,
mientras sociables nadan los
cisnes.
Por otra parte,
todo lo que no sea honestidad
me sobra.
Todo menos la emoción de Camus
o tus manos que no se parecen
a las manos de las divas,
o tus ojos mirándome,
o tu sonrisa
que sigue siendo tuya
veinte años después de conocerme.
El resto todo me sobra,
menos la honestidad.