Pues bien, que vuelva el río a su cauce: hace un par de
capítulos dejamos al marinero en la escalera de la Metacasa, la que daba al
patio, justo cuando las mujeres estaban con su charla. Pues bien, digo, cuando
Jimmy Sailor bajó la escalera poseído por la luminaria hipostática de su
reciente ocurrencia se quedó paralizado por la excitación victoriosa del que
acaba de ganar la palmeta abusiva de los curvados propósitos. ¡Uf!
Las mujeres, heladas al escuchar su genial proyecto,
decidieron entrar en la casa, el patio estaba húmedo de tarde inquieta y ya en
la Sala de las Peleas discutirían con pausa y sin barullo por dónde el
descabezado de Jimmy intentaba embocarlas. Este impasse se produjo gracias al
trasiego disciplinado que requieren todos los diálogos y a las continuas idas y
venidas que marcan las clepsidras y los caleidoscopios.
Dijo Jimmy que lo de la máquina del tiempo requería horas
y días y meses y años de investigación. Y Tomasita arrugó el entrecejo. Y para
que esa investigación tuviera lugar, es decir, espacio, ellos, es decir, Andrés
y Jimmy, necesitarían estar libres de espíritu y desocupados sus cuerpos de
tareas que les ensuciaran las manos. Vaya, que tenían vocación de hidalguetes.
Para ello Andrés dejaría su puesto de castañas asadas en manos de Tomasita, que
se iría todos los días a Puerta Nueva con el infernillo a ofrecer la mercancía.
Se comprendía que él, que iba a llevar el volante de las investigaciones, no
podía llenarse los dedos con el hollín. Jimmy Sailor, por su parte, no se
preocuparía en buscar trabajo porque pa qué se iba a complicar la vida si iba a
ser líder. Así que lo mejor era fundar una empresa en la que Carmen la de las
tetas negras diera el callo y la tía Nati también y Mari Polvo. Mari Polvo
saltó como una liebre y lo dejó claro: que con ella no contara, que le costaba
mucho sudor hacer lo que hacía pa que encima nadie le diera mérito.
-Mira, Jimmy, pa mí que te estás balanceando y tú lo que
no quieres es dar palo al agua -dijo la Carmen con los ojos rojizos por las
lágrimas pasadas y el buen joy que se había metido en los pulmones.
-Eso me parece a mí, que eres un señoritingo y te quieres
aprovechar del hospedaje -dijo Tomasita, que no estaba dispuesta a soportar ni
un día más sin dormir con su Andrés.
-No -dijo Jimmy mú serio-, estáis muy equivocás. Yo de
lo que me he dao cuenta es de que tu marío es un cerebro y es una pena
desperdiciar tanto talento. Así que lo mejor es poner una casa de comidas, la
tía Nati lleva la cocina y mi Carmen sirve las mesas, Doña Fuensanta friega los
platos y yo echo un ojo desde la hamaca o me pegáis una voz si hago falta pa
algo, así salgo a defenderos. Por si las moscas, lo mejor es hacerse un seguro
de vida, pero como no disponemos de billetes a la niña le cambiamos el nombre y
ya está, desde hoy no se llamará Irene sino Antigonita.
-¿Eso por qué va a ser así? -preguntó la Carmen sin
entender palabra, ella, la Carmen, que sabía poco de intelectuales y consideraba que el universo sería algo así como una tortilla de chícharos. ¿De qué hablaba ahora este parlanchín de su marido?, ¿en que nueva aventura la aventuraría?
-Sugerencia del primo Andrés que es un tío culto aunque
para decir verdad yo ya tenía noticia de esa útil víctima. Ya verás: como nos
vamos a hacer viejos investigando y a vosotras también os saldrán arrugas hay
que ser previsores, la vida da muchas vueltas, pero gracias a Dios tenemos una
hembra pa que nos cuide. Vamos a dejarnos de tonterías, ni Billy ni Marco van a
dedicarse a limpiarnos el culo, eso es cosa de mujeres y hay que enseñarla
desde chiquitita.
-Entonces, ¿ya no va a ser escritora? -preguntó la
Carmen.
-En sus ratos libres, no creo yo que haga falta mucha
preparación pa escribir cuatro líneas.
-¿Y si se casa? -volvió a inquirir la Carmen.
-Eso que más da, es obligación de hija cuidar de sus
progenitores.
-¡Y de su cónyuge! -añadió el primo Andrés que estaba
imbuido de la misma filosofía que Jimmy.
-Aquí lleva razón el colega -dijo Jimmy, y es que entre
ellos ya empezaron a hablarse como doctores-. La pasión es un huso horario, en
cuanto disponemos, gracias a la Santa Madre Iglesia, de la esfera completa se
produce un proceso de gradación farmacéutica en que lo que era temporalmente
acotado, y por lo tanto deseante, se transforma en Perpetua.
-¿Qué coño quieres decir? -preguntó Tomasita con enfado
creciente.
-Muy fácil, yo te lo voy a explicar -dijo Mari Polvo-,
que el que la tiene segura no cuida de ella, conque olvídate de que te rieguen
el huerto.
-¿Pero tanto contento le da la ciencia? -dijo Tomasita
desencantada y llena de interrogantes, en su mente no cabía la exquisitez del
misticismo.
-Mujer, no seas inocente que este somormujo tendrá algún
aliviaero y no lo sabemos -dijo Mari Polvo con la entonación triste de la que
descubre a su propio hermano-. Yo me rajo, ya lo he dicho: no contéis conmigo y
a mamá dejarla en paz que bastante lleva bregao pa que ahora la metáis en este
laberinto.
Mari Polvo se enganchó al hombro su bolso de escay y tiró
pa la calle.
-No vayas a venir mú tarde -gritó suplicante la tía Nati.
-Ese tiempo que pierdes en paseos bien lo podías emplear
en nuestro proyecto -dijo Andrés ofendido de que le hubieran puesto las cartas
bocarriba.
-Lo que tú digas, carita de santo. Anda, anda, que te he
visto el plumero.
-Yo también sé de lo que vas. De taquimeca nada.
Andarríos, que eres una andarríos.
-Mira cómo tiemblo -respondió Mari Polvo mientras sus
manos hacían ademanes fingidos de convulsa.
-Venga, los hermanos no se pelean, que la sangre es la
sangre -dijo tía Nati medio adormilada, a cada una le da la droga según le
pille el cuerpo.
Carmen de las tetas negras con su mirada perdida siguió
el trayecto invisible de Mari Polvo, le hubiera gustao seguirla, pero no sé qué
la retuvo, en eso que habló Tomasita, no sé si podrá aclararnos algo:
(Continuará)