Necesito agua,
agua,
agua.
Tendida
sobre pronombres...
¡Llega
la ola!
Venga,
venga.
De
frente, por debajo,
es
hora de hundirse.
Hundirse
mi amor
y
mi vanidad.
Fuga,
fuga, fuga.
Fuga
y farola.
¿Por
qué no vienes,
calmas
tu orgullo
y
dejamos
el
juego de
ofendidos
y humillados?
¿Por
qué no vienes
y
hacemos cátedras de paz,
arroz
con leche
y
caricias de cacao?
Bah!
El barco y su ancla
ha
dejado el horror de las raíces.
No lo conocieron.
No
llegaron a conocerlo.
¡Horror...!
¡qué
palabra
más hosca
para
un enajenado!
Que
el viento
me
proteja,
la
cala del abrigo.
Una
tarta, un despecho,
un
árbol bravo
junto
a la cultura
de
las religiones.
Una
noche,
un
pequeño beso
de
deseo árabe
en
el hotel de
la
amistad.
Y
en lo hondo
esa
red de redes,
esa
cama elástica
donde
puedo saltar
sin
herirme.
Y
la atenta caracola
cuasi
albina
como
el sosiego
de
una sobremesa
simple,
sin
maldad.
Siguen
las combinaciones
de
ese juego sin victorias,
canto
de ingenuos
de
aquí y allá.
Llega
la hora
de
los juegos de agua.
Venga,
bañistas
de
esmeralda, venid.
Venid,
conmigo.
Aturquesados
de cal,
rendiros
al
placer
de
ser todos
un
costado de algas.
Y
tú, Neptuno
calma
tu melena y
ese
inmenso tenedor.
Queremos
matricularnos
en
la escuela de los peces,
revolcarnos
en las arenas,
gozar
de ventilador,
de
transatlánticos
y
acogedoras ballenas.
¿Cuándo
llegará el día?
¿Cuándo?
Hoy.
Y
aunque sea invierno
tendremos
la osadía
de
las sirenas.
Agua,
agua, agua.
Tengo
sed
de
todos
como
aquellos colores de Portugal.
Tengo
mucha sed
y
ganas,
muchas
ganas
de
subir
en
el barco de la ebriedad.
Soy
de costumbres tan bastardas
que
te pido disculpas
por
los torpes gestos
de
ignorante.
Venga,
que tengo sed,
por
supuesto de güisqui
y
hambre
de
alimentos elegidos.
Ya
soy grande,
ya
sé quién eres,
en
íntimo aterrizaje
he
descubierto
que
no somos quién,
que
no somos nadie,
que
no tendremos maestros
ni
títulos
en
la escuela del mar.
Venga,
venga, todos
y
tú siempre
albina
necesidad,
más
que amor,
más,
mucho
más.
Declaro
abierto
el
paraiso de coral.
Los
caballitos,
las
estrellas móviles
del
mare-nostrum
que
te regalo.
Escucha,
escucha
los jilgueros.
No
sé nada de venados
ni
he subido grandes
montañas.
Dueña
sí de cataratas
y
veleros de azúcar quemada
para
lamerte,
a
ti,
y
a ti,
y
a ti también,
a
cada uno.
Catalejo
dorado
con
el que
te
hago señas
para
reír
sin
parar.
Reír,
sólo
reír.
Que
no soporto
ser
una mujer
de
bandera.
Moluscos
de sueño
vienen
a comerme
tras
la aurora.
Es
el día de la tormenta,
de
la lluvía y el desorden.
Confusas
aguas
de
pino
y
llaves secretas de luz.
Estoy
sola
ante
este pensar discreto
y
mediocres tiemblan las piernas
al
ver los filos de la tierra,
las
noches del mar,
la
luna roja.
¿Podrán
esperar
vuestras
sospechas
y
ver simplemente
mi
cuerpo
colmado
de agua?
Entonces
será el regocijo,
el
día de contemplar mi pureza.
Confio
en el amor,
en
los brillos que despierta
y
el mundo entero se me ofrece
como
una piña chica.
Sé,
sé
lo que me toca,
las
numerosas imágenes que leo
y
decido no despedirme
de
mi nombre
profesional,
cita
de puñales tiernos
y
aunque duerma universal
los
órdenes
también
he
decidido despertar,
vigía
que
aprende
a
ritmo lento.
Y,
sin embargo,
quiero
dormir,
dormir,
dormir.
Tentación
de náufrago y
su
cansancio.
Tentación
de vino
y
letargo cuando desde
el
balcón
veo
a los niños en la playa.
Rendición
que seduce,
armonía
que se pliega.
¿Tendré
fuerzas
para
iniciar
un
nuevo beso,
cultivar
una mirada,
saber
andar?
Necesito
un salvavidas,
algún
helicóptero
de
dulces fuelles
y
agua dulce
para
empezar.
Empezar
otra vez,
continua
aventura,
rajada
sin
pudor
como
una diosa azteca.
Venga,
venga,
la
ola, la ola.
De
frente, por debajo
es
hora de hundirse.
Hundirse
mi amor
y
mi vanidad.
Nadaré
siempre,
es
mi vocación
y
el sexo de
la
balsa me conmueve,
dibuja
en el centro
de
mi pubis
la
marejada
de
todos
los
puertos.
¿Nunca
habéis
ido
por el horizonte?
¿Nunca quisisteis
aquella
raya?
Yo
me niego a
dormir
sin ella.
Complejidad
de pulpo.
Fuga,
fuga
y
farola
que
me llama para
que
vuelva
y
digo que no.
Las
velas
se
han hinchado,
voy
a toda máquina.
Descubriremos
el
espejismo.
¡Ah!,
¿que la tierra
era
redonda?
Sí,
sí
ya
nos lo habían contado,
pero
esta vez
en
cualquier asilo
nos
reiremos de la mancha
de
mora que hemos
dibujado
y quizás
mientras
jugamos,
podamos
relatar
lo
que hemos conquistado
y
darle,
de
altisonante broma
un
nombre de aventura:
La
Eviterna.
Rimbaud en Le bateau ivre: « Et dès lors, je me suis baigné
dans le Poème/ De la Mer, infusé d´astres, et lactescent/ Dévorant les azurs
verts » « « Y desde entonces, yo me he bañado en el Poema/ de la Mar
, llena de astros , y lactescente/ Devorando los azules verdes »
De nuevo Rimbaud, en Lettres
dites du ´voyant´: « Je est un autre » « Yo es otro »