domingo, 24 de junio de 2012

Residencia en la tierra



Desahuciadas y sin estufas.
Vecinas de nadie,
cuando se caen los muebles
con tantas palabras, tantas, tantas…
o se apaga el termo
mientras hay quien exige tener un país
cuando mi novia y yo
no tenemos piso.
Y tengo que vivir en tu boca
esperando que me nombres,
nutriéndome como las crías
o los aviones que repostan
en el aire.
¡Ay, el arte!
Nocturno sobresale el olor
a hinojo
y sucede entonces que me canso
de pagar la luz y la hipoteca.








Concentración del 22 de Junio a la 10 de la mañana en apoyo de María y Ventura (una familia de Montoro, Córdoba).


domingo, 17 de junio de 2012

Contra la picaresca




           “Cuando las cepas cuelgan demasiado altas, resulta demasiado tentador asegurar que las uvas no están maduras, dar media vuelta y encontrar placer en las patatas compartidas.”
            Rosa Sala Rose en El misterioso caso alemán



Todo lo que no sea honestidad
me sobra,
la aprendí de tus labios de luz,
cubierta de silencio.

Susurran…
Hoy están construyendo reservados,
lugares para los banquetes,
y es que llevamos tan adentro
la trampa y la astucia.

Todo lo que no sea honestidad
me sobra.
Me sobran la delincuencia de los ojos tardíos,
las calles por donde pasa la abundancia del ayer
o la voz sin honra,
las cámaras que ponen en sus reservados
porque no se fían de ellos mismos.
Todo eso me sobra.

¡Oh, inquietud!
Y lo que antes era afinado paisaje
hoy se ha convertido en bruma.

Estoy en el mismo lugar,
avanzo poco.
Todo lo que no sea honestidad
me sobra.
Y te hablo a ti
y a ti
y a ti.
Soy como un ding-dong que se despierta
en las cafeterías donde negocian los indecentes,
con ese aire chulesco
de quienes perviven gracias al fuego escarlata
de nuestros delirios.
Todo me sobra,
también esa falsa elegancia,
ese frenesí por aparentar
que malamente esconden.

Recogen las sombrillas
y yo, que no me llamo Virginia,
escribo en la terraza,
mientras sociables nadan los cisnes.

Por otra parte,
todo lo que no sea honestidad
me sobra.
Todo menos la emoción de Camus
o tus manos que no se parecen
a las manos de las divas,
o tus ojos mirándome,
o tu sonrisa
que sigue siendo tuya
veinte años después de conocerme.
El resto todo me sobra,
menos la honestidad.








domingo, 10 de junio de 2012

Palabras de una hetaira en el simposio


“El compromiso político significa ante todo la custodia de la fundación de la ciudad Roma”
                        Hannah Arendt en Entre pasado y futuro


Senadores de CORDVBA,
habéis venido de lejos
para pedir lo imposible.
¿Aún no habéis leído a Píndaro?
Llegáis con ese porte majestuoso,
con la estructura intacta
de quien ve la responsabilidad
desde lejos,
como a través de un bajo arco
que nos llevara a un falso infinito.

Senadores de CORDVBA,
cerca del río,
el más grande de la Bética,
sueñan sombras de progreso
que se disipan con la neblina.
¿Qué más queréis de Roma
si vosotros no prestáis
ni vuestro aliento a Roma?

Senadores de CORDVBA,
admiro la elegancia de vuestra toga,
el porte con que camináis,
el silencio que al parecer es vuestro
para siempre.
Pero decidme: ¿acaso la elegancia,
el silencio y el porte
pueden construir un imperio
o simplemente una ciudad?
Tal vez si a eso añadierais
valentía y razón, Vulcano
os enseñaría cómo se gobierna una fragua,
cómo se hacen útiles que sean útiles.

Senadores de CORDVBA,
no olvidéis que habéis sido elegidos
por hombres y mujeres nobles
para hacer cosas buenas.
Dejad de imitar a los Dioses
y escuchad a vuestro Pueblo.
En eso consiste la Participación.
¡Que esto os lo tenga que decir una Hetaira!




          







Poema leído en el Espacio Cultural 
"Rey Heredia 22"
El 15 de Mayo de 2012. 
Invitada por el Foro de Políticas Feministas.

















domingo, 3 de junio de 2012

Capítulo I : Emigrantes - 6ª Toma



            Como vi que les hizo gracia aquello de cagarme lo seguí practicando cada vez que me daba la gana y ellos me enseñaban el mojoncito a ver si me inspiraba y hacia otro monumenTo, cuando les veía expectantes, no me paraba ni un momenTo, cogía la mierda y me ponía a amasar para satisfacerlos, mi padre acogía con gracia cada nuevo invenTo aunque éste no tuviera forma y no significara nada, ya se encargaba él de buscar el parecido y empezó a comprar postales que colgaba en la cuna para que yo las viera y fuera aprendiendo.

Mi abuela, que era la encargada de limpiar los pañales, estaba ya de la mierda que se lo tocaba y decía que mi padre se estaba equivocando, que yo era una gorrina y que se dejara de cuentos. Mi madre creía a su marido a pies juntillas y no pretendía defraudarlo. Además, gracias a descubrir que yo era una superdotada había desaparecido toda su pena por el fracaso con el parto y consideraba que Paquito era un fraude comparado con todas las habilidades que yo demostraba. Pero la Angustias insistía y decía que por lo menos me dieran harina mezclá con agua para que moldeara, que aquello no podía ser sano, más si se tiene en cuenta que estaban trabajando en el ramo de la restauración, que iban a espantar a todos los clientes con la manía de forjar con el producto de mis defecaciones monigotes en relieve y después exponerlos sobre las estanterías al lao de las botellas de coñac.

Ellos acabaron comprendiendo y me dieron la harina para jugar y me tenían atareada durante todo el día. Cuando no, dormía abrazada a Derri que tan callado estaba siempre, y con los brazos lacios como si no sirviera para nada; fue así como acabó dándome lástima aquel muñeco, y ya en mi cerebro infantil empecé a comprender que puesto que él no podía mover las manos sería verdad que yo era un hacha de las habilidades y que en el exterior todos los niños tenían su misma torpeza: la de no saber qué es el movimiento. Con Derri hacía lo que quería, me abrazaba a su cuerpo rechoncho de espuma o le tiraba de los pelos amarillos o le daba besos en la mejilla, pero sobre todo lo cuidaba, no quería que él se sintiera tan desamparado como yo al principio de mi existencia; y en aquellos meses aprendí, aparte de amasar, cómo hay que dar cariño hasta a los desvalidos que tienen las manos como churros y no saben lo que es llevar sangre en las venas.

Un domingo dijo mi padre que me llevarían a la colonia de emigrantes para que conocieran a su hija. Se arreglaron todos y a mí me hicieron una fuente en la cabeza con una gomilla lila que me iba con el vestido color landas que me pusieron. Mi abuela se calzó de nuevo al revés, se ve que en Granada solo llevaba babuchas y eso de los zapatos ella no lo tenía dominao, porque toda la vida la he conocido con dolor de pies y sin darse cuenta de cuál era la izquierda o la derecha. Mi madre se puso flores en el pelo y mi padre una corbata, la única que tenía, una de lunaritos blancos sobre un fondo anaranjado. Me presentaron a Curro-Cohete y a Rosa, unos españoles que estaban en aquel alejado país de Asia, y a sus hijos Kiko, Cinto y Lolo, además tenían un perro llamado Piro. Ellos venían de Valencia y él era especialista en pólvora y fuegos artificiales, tenía éxito montando mascletás para las fiestas y hasta lo sacaban a hombros después de cada evento. Su casa era grande y oscura y tenían unos cuadros inmensos, eran fotos de todos sus familiares que se habían hecho enviar para no olvidarlos, eran imágenes lúgubres de gente vestida de domingo y con pose seria.

            -¡Ay!, ¡Qué bonita la niña! Yo siempre quise tener una princesita y no tanto macho. Aquí me siento tan sola rodeada de hombres... -dijo Rosa. Mi madre respiró henchida de orgullo al sentirse envidiada.
            -Ésta va a hacer algo en el mundo, algo tan GRANDE como un petardo de los tuyos -le dijo mi padre a Curro-Cohete. Yo sonreí y me mostré amable, supongo que me tranquilizó su deje al hablar castellano o tal vez la ternura con que me abrazó la Rosa.
            -¿Verdad que está bonita? -dijo mi abuela que me ganó afición desde que dejé de jugar con las cagaleras.
            -La tenemos que cristianar, todavía es morita.
            -¿Cómo se va a llamar? -preguntó la Rosa.
            -Irene -respondió mi padre con soberbia.
            -¡Qué nombre tan precioso!
            -Lo que es una lástima es que no la bauticemos en su patria -dijo mi abuela.

            Aquello sí que era un problema, mi padre se encabezonaba en que siguiéramos en Singapur, que allí mi educación estaba asegurada, que en España solo teníamos una mano atrás y otra alante y que nos tendríamos que quitar el hambre a tortazos, pero que allí éramos gente con negocio propio, que podríamos prosperar y que, al fin y al cabo, éramos diferentes y especiales. Mi madre y mi abuela mostraron su desacuerdo, también la Rosa, que si ella pudiera se volvía con los ojos cerraos a su Valencia natal. Empezaron a discutir y a levantar las voces. Mi madre decía que si yo iba a ser una promujer lo mejor era que me desarrollara en mi tierra, porque eso iría en beneficio de mi propio pueblo y que al final me lo reconocerían. No sé si Curro-Cohete y Rosa entendían muy bien la relevancia de mi persONA, supongo que se reirían de esos importanciosos que se creían que tenían la joya de la corONA, lo cierto es que con la discusión empezó a ponerse nervioso el perro y aunque ladraba como un ladracerro, a mí me asustó y empecé a gañir muy desdichada, mi madre fue a ponerme el chupete y yo hacía con la cabeza que no, que no quería, y en aquel momento murmuré algo, una palabra incomprensible si no hubiera estado a mi lado una intérprete tan certera y habilidosa como la Carmen.

         -Mira, Joselito, la niña ha dicho paña -dijo mi madre construyendo con mis sonidos una versión interesada.
            -¿Lo ves, mendrugo?, si hasta la cría se da cuenta de que aquí no pintamos ná -aseguró mi abuela apoyando a su hija.
            Mi padre quedó embobado como un papanatas fijo en mi persona y mi gran magnitud de estrella del firmamento, se dio media vuelta y le dijo a Curro-Cohete:
            -¿No te he dicho que la niña es un monstruo?, fíjate cómo ha sabío de lo que estábamos hablando.
            -Ahora no te irás a pasar por los huevos su palabra -dijo mi madre que veía la puerta abierta para cumplir su deseo y me dio un beso muy fuerte que por poco me rompe el tímpano.
            -Venga, el mes que viene volvemos a España -dijo mi padre resolutorio mientras Rosa hacía pucheros y mi madre, por segunda vez en un día, era envidiada como si dispusiera de un capital que nunca nadie podría conseguir.
            Carmen la de las tetas negras me besuqueó toda, por el cuello, por la cara, mientras me decía cosas dulces:
            -¡Ay, mi niña, mi chanquetito, quien me va a salvar de todas las penalidades! ¡Ay, mi princesita, mi chochito de plexiglás, mi florecita de almíbar, mi Reina de la Morralla! (Fin del Capítulo I) (Continará)