-Estoy
junto a la blanca del dominó
-dijo
el Jóker-.
Yo
soy un perro con dueño
ella
una perra callejera,
nariz
judía
de
hielo y perfil.
A
mí no me dan miedo las cadenas.
Vivo
cerca de la Blanca Doble.
Mentira.
Verdad.
Y
es que como soy tan tramposo
tengo
que mentir.
Aunque
me da igual
que
en el mármol canten las jugadas.
La
Blanca del Dominó me pone a prueba:
Se
ha vuelto invisible,
corre
con disciplina de guepardo
y
tengo hambre de su nunca de nata.
¡Con
que orgullo pasea el sueño
de
la victoria!
Somos
tan parecidas:
Yo
tengo un traje de terciopelo
y
cascabeles de latón,
ella
me busca
con
un vestido de alba
o
de leche frita.
¡Oh,
qué solas nos han dejado
sobre
el tapete!
Preside
el encuentro una botella
de
Chivas,
un
piano en la terraza
y
una noche, noche, noche”.
“Huum!,
¡qué agradable” -dijo
la
Blanca del Dominó.
Y
el Jóker sin pensárselo
la
besó con su lengua jocosa.
-¡Qué
agradable! -dijo de nuevo
la Blanca Doble y desertaron las
dos
de sus simulacros.
Confidencial
y alargada
la
luz de las estrellas
iluminaba
sus
juegos de
sociedad.