Y Carmen la de las tetas negras lo siguió como una autómata
y se metieron en la Habitación de la Esperatriz. Y todos los de la Metacasa
cuando la vieron pasar le dijeron qué guapa estás Carmen, estás más mujer. Y es
que hay experiencias en la vida que te llenan de madurez, el
descubrimiento de las Matemáticas es uno de ellos.
Ya en la Habitación de la Esperatriz Jimmy Sailor dijo
que lo mejor era poner una mesita redonda frente a la Ventana Este para que así
él pudiera tomar café tranquilito mientras echaba un cigarro y le diera el aire
en la cara, que siempre es bueno, porque eso hace que las reflexiones sean más
frescas, y es que él tenía una tarea inconmensurable: iba a ordenar el mundo.
Sí, iba a hacer estrictas ordenaciones como Carl von Linné y después todos nos
podríamos aprovechar de sus hallazgos. Jimmy Sailor ¡joder! era un altruista.
Así es que lo mejor era poner una hornilla pegada al Armario pa que Carmen
friera churros por las mañanas y los vendiera.
-Pero Jimmy, ¿no te parece mejor que pongamos la hornilla
al lao de la ventana y así pueda salir el humo a sus anchas y la mesa aquí?
-dijo la Carmen señalando el centro de la habitación.
-Es que entonces no puedo ver el paisaje, ¿no te das
cuenta, mujer?, ¿es que no me tienes ninguna consideración? -dijo Jimmy ¡joder!,
que como ya se ha visto tenía una relación muy genuina con los muebles y es que
todos los colocaba a su alrededor como si él fuera el centro del mundo, el rey
Sol o el Planeta Tierra cuando vivíamos equivocados por Claudio Tolomeo. Jimmy,
desesperanzado por las terquedades de su mujer, se sentó sobre el Baúl Inspirado
y se quedó mirando a su esposa con una tristeza infinita porque en el fondo él
era un genio incomprendido, un pequeño príncipe destronado por los caprichos de
la Carmen, y es que la Carmen era una caprichosa, ¡tan lujosa ella!
"De todo quedaron tres cosas" obra de la escultora Isabel Reyes Lillo |
-Pero Jimmy -dijo la Carmen con un susurro- ¿no te das
cuenta de la zorrera que se va a meter en la casa si no dejamos salir el humo a
sus anchas? Y si ponemos el hornillo frente al ropero nunca se podrán abrir las
puertas ni se aireara la ropa que tiene guardada la tía Lola desde hace siglos.
-¿Seguro que tampoco te parecerá bien que recubramos la
habitación de espejos para que parezca más amplia? -afirmó Jimmy narcisillo que
no le gustaba que le pusieran avispas en los cojoncillos.
Carmen, la Carmen, de España y no la de Mérimé guardó
silencio y comenzó a devorar palabras. Las palabras que no nacen son como
cuerpos tiernos que masticamos contra nuestra voluntad, y mientras masticaba
recordaba que ella era una persona de carne y hueso, que tenía que comer todos
los días, que estaba sola en una ciudad desconocida y que el único documento
que tenía era el libro de familia. Agachó la cabeza, sopesó la profundidad de
la muerte de Angustias y dijo con silbantes eses propicias para los susurros,
pero ofrecidas para andar y resbalarse por un laberinto de exhibicionistas:
-Se hará lo que tú digas.
-Me alegra que por una vez en tu vida seas lógica –dijo
Jimmy licenciado en lógica-. Yo sabía que tarde o temprano ibas a darme la
razón. Lo sabía, lo sabía...
"De todo quedaron tres cosas" Obra de la escultora Isabel Reyes Lillo |
A través del Armario La Reina de la Morralla escuchó esas palabras repetidas e
instintivamente se le pusieron los pelos de punta: Jimmy Sailor era un
Sabelotodo. Fue la primera vez que ella escuchó hablar de usted o ustedes, de esa
forma tenebrosa de leer el pensamiento ajeno y que hasta entonces le había pasado desapercibida, y es que Jimmy Sailor era tan gracioso y tan apuesto que no daba
la sensación de poseer un poder tan absoluto. Y usted entró en la vida de la Reina con
letras mayúsculas: la Omnisciencia. Sintió miedo y un olor dulzón le invadió el
rostro.
-¿Dónde estará la niña? -dijo Carmen la de las tetas
negras y a la Reina le extrañó como una puñalada aquella pregunta, ¿por qué se acordaba de ella si no era la hora de la merienda, ni de la cena ni de ninguna comida, ni la
hora de lavarla, ni la hora de dormir o la chiflada hora de rezar?
-Hemos tenido suerte de tener una hembra -requeterazonó
Jimmy-, al principio no me hizo gracia, pero ahora me doy cuenta de que es lo
mejor, ya tenemos quien nos cuide de viejos. Van a ser años duros donde
tendremos que trabajar como esclavos para tener nuestra propia casa, después
estaremos cansados y con una hija siempre nos sentiremos recogíos, por lo menos
tendremos quien nos limpie el culo.
En el pecho de la Reina sonó el oscuro y apagado sonido de unas
túnicas y de pronto se vio metamoforseada en una quitasangre, por supuesto
sonaron bocinas tristes como anuncios de fracaso y sobre su cabeza una corona
de orfebrería espinada marcaba su misión. Llegaron las campanillas y después los
tambores: pron, pron, pron. Taaan tan, tantataaanta, tarananara tanaranara
taranaraná, pun, pun, pun. Las cornetas rayaron los faroles y el palio empezó a
bambolearse, sin darse cuenta la acababan de llenar de puñales y resplandor.
¡Arriba el trono!, ¡al cielo con ella!, ¡guapa, guapa, guapa para nada! Ni que
decir tiene que una saeta quebró su corazón. Diiiindo, diindodindo,
diridiridiriridiririrí. Pum, pum, pum.*
(Consultar R.V. Faibleman: Principles of solfeum fataliste der nazarenum) por
supuesto en alemán, como manda la señora Merkel, ¡uf! ¡uf!, mientras se
construyen islas tropicales en Krausnick para parecerse a esos países del sur,
Sur, Sur.
(Continuará)